Introducción: Donde la Ley, la Ética y la Moral se Entrecruzan
Imagina un escenario en el que la ley, las creencias morales y los principios éticos estén perfectamente alineados. ¿Suena ideal? Sin embargo, en la vida real, estos conceptos rara vez encajan de manera tan precisa. Entonces surge la pregunta: ¿qué ocurre cuando las leyes que buscan protegernos terminan enfrentándose a la misma ética y moral que pretenden salvaguardar?
A lo largo de mi experiencia en el ámbito jurídico colombiano, he observado cómo leyes bien intencionadas pueden chocar con responsabilidades éticas y convicciones morales. Un ejemplo se encuentra en la política de drogas en Colombia. Recientemente, el presidente afirmó que “la cocaína no es más mala que el whisky”, lo cual podría llevar a un juez a apoyar la despenalización y promover la rehabilitación. Otro juez, por el contrario, podría oponerse a esta visión.
En medio de estas posturas contrapuestas se sitúan la opinión pública y la moral colectiva, a veces exigiendo castigos más duros, otras promoviendo soluciones o alternativas distintas. Aquí, la rigidez de la ley colisiona con una ética social en constante evolución, recordándonos que la justicia no es ciega: es humana.
No se trata de emitir un juicio sobre qué postura es “correcta”, sino de valorar las realidades más allá de las concepciones individuales, reconociendo que los vicios humanos —profundamente personales— pueden destruir o disminuir la potencialidad de cada persona. Al mismo tiempo, surge la pregunta de hasta qué punto el Estado debe inmiscuirse en los designios, deseos y decisiones individuales, considerando que el egoísmo y las motivaciones personales suelen impedirnos mirar más allá de nuestro propio yo, y pueden afectar el bienestar de la sociedad en su conjunto.
Liberarnos de creencias rígidas y de la sensación de tener siempre la razón puede ser un paso hacia una mayor objetividad en nuestros juicios. Sin embargo, este proceso no está exento de tensiones, especialmente cuando nos topamos con dilemas en los que “el bien” y “el mal” se definen según juicios sociales de aprobación o reproche.
En este blog trataremos de explorar:
- Las diferencias entre la justicia legal y la justicia moral
- Los dilemas éticos que enfrentan los profesionales del derecho
- Casos reales donde la ley y la moral entran en conflicto
- El papel fundamental de los abogados defensores, incluso para clientes considerados “culpables”
- Cómo las normas sociales influyen en los resultados legales
Definiendo la Justicia – Ley vs. Moral
¿Qué es la Justicia?
Desde los filósofos antiguos como Platón y Aristóteles hasta las salas de audiencia de hoy, la humanidad se ha preguntado qué significa realmente la “justicia”. En los sistemas modernos, la justicia legal busca consistencia y estructura —códigos, estatutos y procedimientos—, mientras que la justicia moral se asienta en la ética personal y las creencias sociales, variables según la cultura y el tiempo. Esto provoca, en no pocas ocasiones, choques entre la justicia legal y la justicia moral.
La justicia es un proceso cargado de sesgos humanos. En Colombia, donde los jueces (no los jurados) deciden los casos, sus veredictos no solo se basan en la ley, sino también en su propia humanidad: sus creencias, defectos, emociones y empatías. Incluso el juez más diligente puede tener dificultades para separar su repudio hacia ciertas acciones del deber de garantizar un debido proceso. Esto nos recuerda que la justicia no es un mecanismo frío y automático, sino que la administran personas con sentimientos muy reales.
La idea de justicia en el imaginario social comienza a cobrar forma cuando aparecen “enfermedades sociales”: egoísmos y violencias que no logramos contener, generando conflictos o dramas colectivos. Muchas veces, “mi justicia” se confunde con mis propios deseos y se tergiversa el concepto de justicia objetiva. Idealizamos la justicia y olvidamos que, en esencia, es un constructo simbólico —como la belleza— que no puede atraparse con simples palabras. La justicia pertenece a ese mundo de ideas inmateriales, apreciables solo mediante una atención profunda. Así, cuando hablamos de acciones “correctas” o “justas”, en el fondo estamos hablando de actos de amor y humanidad.
Es así que la justicia no es solo un acto de los jueces o los abogados en las salas de audiencia, sino también las acciones que cada individuo realiza en su día a día con el fin de hacerse bien a sí mismo y al prójimo, buscando así traer armonía a su entorno.
Cuando la Ley y la Moral No Coinciden
Ya sea por leyes desactualizadas o por normas culturales en constante transformación, el marco legal pocas veces refleja plenamente los valores de la sociedad. ¿Podemos redactar leyes capaces de capturar toda la complejidad de la conducta humana?
En numerosas ocasiones, un juez puede simpatizar con una de las partes; pero si la evidencia muestra que la otra parte tiene razón, debe fallar en favor de las pruebas —incluso en contra de sus propias creencias personales—. Esta tensión evidencia cómo, a veces, dejamos de lado principios éticos o morales para cumplir con lo que dicta la ley.
Una Mirada Histórica: Los Juicios de Núremberg
Pocos acontecimientos en la historia ilustran mejor este conflicto que los Juicios de Núremberg. Aunque llevaron a criminales de guerra ante la justicia, la comunidad internacional tuvo que reconocer que ciertos actos, pese a ser “legales” bajo regímenes opresivos, eran moralmente indefendibles. Esto obligó a las naciones a preguntarse: ¿dónde termina la legalidad y dónde comienza la ética universal?
Un ejemplo clave es el análisis de Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén. Ella observó que Eichmann no era un monstruo repleto de odio, sino un burócrata incapaz de cuestionar a sus superiores, falto de criterio para aferrarse a principios éticos. Este hallazgo evidenció que no hay un “mal” abstracto, sino acciones “malas” cometidas por individuos concretos; lo mismo ocurre con “el bien” y “lo bueno”. El peligro, entonces, radica en cada persona. Esto fue confirmado por experimentos como el de Milgram, donde se puso a prueba la obediencia ciega, demostrando que los seres humanos somos más propensos a obedecer órdenes aun cuando estas no sean correctas.
En este punto, la ética juega un papel fundamental, pues nos permite actuar al margen de la ley y la moral mayoritaria cuando estas promueven conductas aberrantes. Así surge la llamada “desobediencia civil”, que implica desmarcarse de la imposición social y fijar nuestra individualidad en el respeto de principios éticos que consideramos superiores.
El Dilema del Abogado Defensor
Los jueces no son los únicos que enfrentan conflictos morales. Pensemos en la polémica que se genera contra un abogado defensor que asume un caso de homicidio o un crimen atroz. ¿Cumplir con el deber legal va en detrimento de la moral personal, o es precisamente la adhesión al debido proceso lo que resguarda a la sociedad de la arbitrariedad?
En muchos sentidos, los abogados se hallan ante profundos desafíos éticos y profesionales. El debido proceso se erige como una barrera fundamental contra el poder arbitrario del Estado; es el bozal que impide a un “Leviatán” gubernamental devorar a la ciudadanía sin contemplaciones. En la Alemania nazi, la ausencia de un verdadero debido proceso permitió a un régimen perseguir y exterminar de manera “legal”. Hoy, se tiende a culpar a los abogados defensores —y no al sistema— cuando las víctimas sienten que no hubo justicia.
He experimentado este dilema personalmente. En ciertas ocasiones, he debido defender actuaciones que me resultaban moralmente cuestionables; sin embargo, todos tienen derecho a una defensa, incluso los “culpables”. Si solo se ejerciera la defensa de “inocentes”, ¿quién vigilaría al Estado cuando califica de “criminal” a quien no lo es? Además, no son pocas las ocasiones en que, al profundizar en el corazón de las acciones de quienes parecen culpables, descubrimos seres humanos con dramas complejos, cuyas situaciones no siempre son lo que aparentan.
Preguntas Clave
¿Deberían los abogados negarse a representar a alguien basándose en sus creencias personales?
¿Defender a un cliente implica respaldar moralmente sus acciones?
¿Cuándo prevalecen las convicciones morales sobre las obligaciones profesionales?
Incluso si alguien es culpable, ¿no garantiza la representación imparcial que estemos a salvo de abusos de poder?
Puntos Clave
- Ley vs. Moral
Las estructuras legales ofrecen predictibilidad y orden, mientras que las creencias morales varían según la cultura y la experiencia personal. - Conflictos Reales
Momentos históricos como los Juicios de Núremberg demuestran que lo “legal” puede divergir de lo “moral”, a veces con consecuencias trágicas. - Tensiones Profesionales
Jueces y abogados defensores enfrentan la disyuntiva de equilibrar sus principios personales con el deber de garantizar un debido proceso.
Reflexiones Finales
La justicia no es un destino, sino un constante tira y afloja entre la ley y la moral, con la ética como eje de tensión. En Colombia, donde la paz y la justicia siguen siendo frágiles, esta tensión no representa un defecto, sino el impulso que evita que el sistema se estanque. Al fin y al cabo, un péndulo solo se mueve cuando está inquieto.
Mientras avanzamos, los invito a reflexionar: ¿podemos conciliar de manera absoluta los mandatos legales con las exigencias morales? ¿O es esta misma tensión la que impulsa nuestra comprensión de la justicia y, al mismo tiempo, nos insta a revisar nuestras creencias limitantes?