Nuestra mente suele hacer extrañas conexiones entre lo que podemos estar leyendo y lo que está ocurriendo en el mundo y digo extrañas porque son ideas que nos llegan como desde el mundo de las ideas de Platón. La mente va hilvanando. Algunas de ellas son fútiles, como esta que quiero compartir.
En estos días estoy leyendo de Séneca su escrito, de la ira. Que por cierto te invito a leer, una deliciosa y entretenida lectura, invitando a no dejarnos llevar por la peor emoción del ser humano y tratar de erradicarla. Descartando incluso la idea aristotélica, de que la ira, en su justo medio, puede ser buena, apelando a que ningún vicio puede ser bueno. El alcohol aunque en justo medio sea, no puede ser considerado como bueno, como ejemplo de esta idea.
Pero más allá de esta idea. No puedo dejar de pensar en un par de frases, que llamaron mi atención, la primera: “tenemos delante de los ojos los vicios ajenos, y a la espalda los nuestros”. Idea parecida a, mirar la paja en el ojo ajeno, sin mirar la viga en el ojo propio. Frases dicientes que no merecen mayor reflexión. Solemos prestar atención a lo que hacen otros sin fijarnos en nosotros. Somos buenos juzgando a otros pero malos al juzgarnos.
La otra frase dice: “la mayoría de los hombres se irrita no contra el delito, sino contra el delincuente”. Ambas frases tienen mucha relación. De hecho el libro tiene ambas frases en un mismo párrafo, estando la segunda, precedida por un par de frases. No miramos los actos, nos centramos en las personas. Esto causa una confusión mental. Hace creer que hay personas buenas y malas actuando bien o mal dependiendo de la calificación dada a la persona. Si creemos que hay personas malas, estas actuarían mal forma permanente y si son buenas actuarían siempre haciendo el bien. Pero no hay personas buenas y malas, hay actos buenos o malos y las personas, en tantos seres, son independientes de sus actos. Un tema son las personas y otro tema son sus acciones. Hay personas que podrían ser calificadas de malas haciendo cosas buenas y hay personas que podrían ser calificadas de buenas haciendo cosas malas. Por eso plantea la idea de confusión mental. Todos somos buenos y malos o lo que es mejor, todos actuamos bien o mal a lo largo del día, de la semana, del mes, del año, por el tiempo de vida, cada conducta en un vigilar la propia viga implica juzgarnos si la conducta desplegada es buena o mala. En parte en ello consiste la culpa del derecho penal y por qué no decirlo, la religiosa.
Ahora lo fútil y el pecado al mirar a los otros en esta historia. Esta semana que acaba de pasar, se dio una discusión por las redes sociales, al haber propagado el abogado Abelardo de la Epriella, un proceso penal en contra del caricaturista matador. Digo propagar, porque las decisiones de fondo en los procesos judiciales se supone son públicas. Luego no hizo público algo privado o reservado.
La lectura de Séneca encontraste con la propagación de la decisión en contra del caricaturista, haciéndolo ver como una persona mala por tener una decisión penal en su contra, dentro de sus antecedentes judiciales, en cierta forma, siento que contrasta con el rol de defensor que desempeña, cayendo en el problema de confundir los hechos con la persona. También es cierto que, el caricaturista pudo pecar de lo mismo, hablando del abogado, juzgando en ignorancia los actos de éste, centrando ambos su mirada en la persona y no en los hechos realizados por ellas.
La irritación del abogado, parece haber estado en contra de la persona y no del delito ya expiado o perdonado, puesto que, según dice la corte constitucional, la ley y los convenios que tenemos entre nosotros como individuos, si hacemos algo malo, no pueden juzgarnos toda la vida, porque no existiría el perdón y sin el perdón estaríamos en una sociedad de constante violencia. Los juicios y las condenas implican la violencia del estado y la sociedad. Tampoco tendría sentido inculcar el perdón al interior de la familia, si entendemos que la familia es el núcleo esencial del Estado. Para qué inculcar el perdón al interior de la familia, ¿si el Estado y la sociedad nos dice que no debe haber perdón? Pero más allá de esto, el perdón existe con la expiación del pecado, el caricaturista ya expió el delito a su manera, luego propagar ese antecedente judicial, parece ser un ejemplo de la frase de Séneca.
Tal vez ambos habrían incurrido en el error de estar juzgando y vigilando a los otros, sin estar prestando atención a sí mismos, que es donde deberían estar sus ojos puestos, tratando de sacar sus propias vigas en independencia del actuar de los otros. Reflexión que sobre todo aplica para mí. Ejerciendo mi propia vigilancia.